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(fenicio) Kabirim o Cabires. Divinidades y dioses muy misteriosos entre las naciones antiguas, incluyendo los israelitas; algunos de los cuales, como Tharé,  padre de Abraham,  los adoraron  con  el  nombre  de Teraphim.

Entre los cristianos, los Arcángeles son la transformación directa de estos Cabires. En hebreo, dicho nombre significa “los poderosos”, Gibborim. Antiguamente, todas las divinidades relacionadas con el fuego (fuesen divinas, infernales o volcánicas) eran llamadas Cabirias. La voz Kabir es derivada del hebreo Habir, grande, y también de Kabar, uno de los nombres de Venus. Los Cabires son los más elevados espíritus planetarios, los más grandes dioses y “los poderosos”. 

Todos los Dioses de Misterio eran Cabires. Los Misterios de los Cabires en Hebrón estaban presididos por los siete dioses planetarios, entre otros, por Júpiter y Saturno bajo sus nombres de misterio. Tanto en Fenicia como en Egipto, fueron siempre los siete planetas conocidos en la antigüedad, los cuales, juntamente con su padre el Sol, o su “hermano mayor”, constituyen un poderoso grupo de ocho entidades; los ocho poderes superiores, o los asesores del Sol, que ejecutaban alrededor de éste la sagrada danza circular, símbolo de la rotación de los planetas en torno del Sol. En Samotracia y en los más antiguos templos egipcios, los Cabires eran los grandes dioses cósmicos, los Siete y los Cuarenta y Nueve Fuegos sagrados; mientras que en los santuarios griegos, sus ritos vinieron a ser principalmente fálicos, y por lo tanto, obscenos para el profano. En este último caso, los Cabires eran tres y cuatro, o siete (los principios masculinos y femeninos). Son los Sagrados Fuegos Divinos, tres, siete o cuarenta y nueve, según lo requiere la alegoría, los Hijos del Fuego, Genios del Fuego, etc. Su culto era universal y estaba siempre relacionado con el fuego, razón por la cual el cristianismo hizo de ellos unos dioses infernales. El título de estos “grandes, benéficos y poderosos dioses” era genérico; eran de uno y otro sexo, así como eran también terrestres, celestes y cósmicos.  Read the rest of this entry »

Encontramos en la literatura vedántica la clave que revela el origen de la naturaleza ilusoria o representativa del mundo: la copia del soma, la usurpación de la divinidad, que descubre, a su vez, a los dioses como simuladores.

 

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Un deseo permea el misticismo de todas las eras: desgarrar el velo de la ilusión. Pero para poder penetrar ese tejido, que algunas veces es descrito como la vestimenta de una diosa o un hermético castillo, que se confunde con la naturaleza y el mundo fenomenológico, primero se debe detectar su existencia: el acto fundamental también descrito como ver lo invisible, despertar en un sueño o tomar conciencia de que la realidad es falsa. La filosofía gnóstica ideó el concepto de stereoma para significar una creación sobre la creación, una especie de realidad virtual o simulación diseñada por los Arcontes, señores planetarios que traslapan un encantamiento sobre la realidad verdadera. La evolución de esta idea, como hemos trazado en varias ocasiones en Pijama Surf, deviene en la simulación informática conocida como La Matrix.  La más entrañable narrativa de ciencia ficción de nuestros días que es una suma de las ideas de autores como Phillip K. Dick, Jean Baudrillard, William Gibson y animaciones ciberpunk japonesas como Ghost in the Shell. Un remix de la sofisticación de la narrativa del “sueño dentro de un sueño” –la mente ya extravasada como un software.

Existe, sin embargo, un origen más remoto para esta idea que atinadamente la modernidad ha llamado Matrix (palabra que comparte raíz con “materia”, “medida” y “maya”).  Se trata de la literatura védica, la historia de los Rbhus “los forjadores”, “hijos del hombres a los que se reconocía por sus ojos de sol”, los primeros mortales que alcanzaron la divinidad, ascendiendo al cielo invitados por Indra y los Asvin. Algunos mitos se repliegan e imbrican hasta significar la materia misma de lo inexplicable, el corazón del misterio, pero según algunos relatos fragmentarios, los Rhbus, no conformes con haber alcanzado las esferas superiores, in coelestibus, quisieron probar el soma, la bebida de los dioses que otorga la inmortalidad. Acogidos en su hogar por Savitir “aquel a quien nada se le puede ocultar”, después de un letargo de 12 días, algo así como el rito de paso o la resaca de su divinización, fueron despertados por el Perro Celeste y conocieron a Tvastr, “el artífice divino, celoso guardian del soma”. En un pasaje memorable que es una cifra holográfica de ” la literatura y los dioses”, Robero Calasso nos cuenta:

Esto fue lo que sucedió: la copa en la que los dioses y Tvastr bebían el soma era única. Era lo único. Los Rbhu la miraron, la estudiaron. Después “reprodujeron cuatro veces aquella copa del Asura (Tvastr), que era única”. ¿Cómo lo consiguieron? Midiéndolo con precisión: usando su arte, que era maya, la “magia medidora”, según la luminosa traducción de Lilian Silburn. Read the rest of this entry »

 

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El Anj (ˁnḫ) (☥) es un jeroglífico egipcio que significa “vida”, un símbolo muy utilizado en la iconografía de esta cultura. También se la denomina cruz ansada (cruz con la parte superior en forma de óvalo, lazo, asa o ansa), crux ansata en latín, la “llave de la vida” o la “cruz egipcia”.

Se puede encontrar ocasionalmente su trasliteración inglesa, Ankh; alemana, Anch o francesa, Ânkh; todas las cuales se pronuncian /’anx/.

En Antiguo Egipto se relacionó con los dioses, necher, que eran representados portando dicho símbolo, indicando sus competencias sobre la vida y la muerte, su inmanencia y condición de eternos; relacionado con los hombres, significa la búsqueda de la inmortalidad, razón por la cual es utilizada para describir la vida o la idea de vida después de la muerte, entendida como inmortalidad, al principio sólo digna del faraón y, después del Imperio Nuevo, de todos los egipcios al evolucionar sus creencias, tal como se describe en el Libro de los Muertos. El anj se relacionó, como símbolo de renacimiento, con la diosa Isis y con su esposo Osiris, ya que cuando fue asesinado por su hermano, su esposa lo resucitó mediante la ayuda de Anubis.

Otra hipótesis presupone que la “T” de la parte inferior del “anj” representaría, estilizados, los atributos sexuales masculinos, mientras que el asa representaría el útero o el pubis de la mujer, como reconciliación de los opuestos; podría simbolizar la reproducción y la unión sexual. Hathor, la diosa de la alegría de vivir y de la muerte, daba vida con ella. En muchos aspectos se corresponde con las diosas Inanna, Ishtar, Astarté, Afrodita y Venus. Read the rest of this entry »


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