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Un círculo perfecto que biseca la Tierra, describe la alineación de lugares energéticos sagrados: un aro de luz. Al sureste de la Esfinge, justo al este de la pirámide más pequeña se encuentra la enorme muralla de piedra caliza que define una alineación angular no vista en ninguna otra parte del complejo de Gizeh. El Muro del Cuervo es una pared megalítica de 180m de largo por 9m de altura, atravesada por un portal cuyo dintel se encuentra entre las piedras colocadas más grandes de la meseta de Gizeh.
La sillería encajada de la entrada a la meseta es reminiscente de la talla de piedra presente en Los Andes, en particular del yacimiento megalítico de Saqsaywaman, en el Perú actual, en la antigua capital Inca de Cuzco. El gigantesco Muro del Cuervo no sigue la alineación piramidal con los polos geográficos, sino que está en un ángulo de 5º norte directamente desde el este. La pared describe una división de dos hemisferios a lo largo de la circunferencia de la tierra siguiendo “el vuelo del cuervo”, pasando por las antípodas de Gizeh en el océano Pacífico a los 30º sur, 149º oeste. A lo largo de este trayecto en línea recta se encuentran al este los templos Angkor de Camboya y al oeste las líneas de Nazca en Perú, una alineación descrita como la Onda Seno de los lugares antiguos por Jim Alison. El Muro del Cuervo comienza y termina en puntos nodales de la estructura de resonancia magnética, revelando las profundas relaciones entre los patrones de resonancia invisibles y la disposición de las pirámides de piedra caliza en el complejo arquitectónico de Gizeh. Igualmente, su nombre es otra referencia psicoacústica del vuelo y del patrón de la onda seno producido por el aleteo del pájaro, tal como se ha observado en numerosos lugares ubicados a lo largo de su precisa circunferencia planetaria, como el colibrí de Nazca. Read the rest of this entry »
Construcciones divinas: paralelos entre la Catedral de Chartres y la Mezquita de Córdoba /
Posted May 2, 2013
on:- In: Art
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La Catedral de Chartes y la Mezquita de Córdoba son dos de los más altos puntos, estética y místicamente, a los que llegó la arquitectura medieval. Aunque pertenecientes a una religión distinta, estas dos construcciones mantienen una serie de fascinantes conexiones.
Alzándose sobre la campiña francesa, con altas y agraciadas torres, la Catedral de Nuestra Señora de Chartes es un testigo magnifico del cielo francés. Su elegante sinfonía de vidrio y piedea establece un puente, tanto simbólico como literal, entre la tierra y el cielo.
Poco más de 1500 km al sur, entre las calles blancas de Códroba, se erige una formidable construcción detrás de una arboleda. La majestuosidad de la Mezquita de Córdoba no es de un orden vertical: se extiende horizontalmente (excepto por el alto minarete que proyecta su sombra en el patio) evocando el infinito en sus arcos, domos y columnas que tejen complejos ritmos (arabescos que anticipan los modernos fractales).
Más allá de algunas evidentes diferencias, ambas edificaciones obedecen al mismo impulso creativo. Ambas construcciones cumplieron un propósito político, además del fundamento religioso, como engranaje de una sociedad en tiempos críticos. Tanto Chartes como Córdoba tienen una deuda artística que puede trazarse a Roma (y religiosamente a Abraham, el patriarca de los tres grandes monoteísmos). Los dos templos son uno de los más deslumbrantes intentos del espíritu humano de representar y entablar una relación con la divinidad a través del espacio arquitectónico (son recreaciones del arcano, del origen, de la eternidad). Y tienen marcada la influencia del neoplatonismo, donde la imagen –en la abstracción del dios islámico y en la hipóstasis trina del dios cristiano– es la puerta a la divinidad, al reino puro de la esencia.
Las ideas neo-platónicas que alumbraron la edad media, tanto en Europa como en medio Oriente, permean la filosofía oculta de estas construcciones. El arte no sólo tiene una función estética, sino es parte de una experiencia religiosa. Cuando una persona experimenta la belleza las virtudes y principios divinos se reflejan en su propia alma. La belleza física es un reflejo de la belleza metafísica.
El elemento clave es la luz. La luz es considerada una manifestación de la creatividad divina, y la forma más pura, el material más noble con el cual se pude construir: es el material que utiliza el divino arquitecto. La luz en Córdoba entra directamente a la mezquita y se torna un elemento táctil, cuya presencia y ausencia en ciertas partes compone la experiencia religiosa. En Chartes no hay luz natural que penetre directamente. La luz es trastocada por los vitrales de colores que crean un efecto no sólo estético sino de estimulación electromagnética a través del color sumiendo a los devotos en un artificio sagrado, una transmutación de la naturaleza en espíritu (quizás representando un proceso de alquimia y de ascensión hacia los mundos sutiles).
Tanto Córdoba como Chartes invitan o sugieren el infinito, en una metáfora del espacio arquitectónico o en la experiencia que suscitan. En Córdoba esto se crea a través de un bosque de arcos y luz que se suspende mirífico sobre el suelo. Mientras que el infinito es sugerido a través de la fragmentación (e iteración armónica) del espacio, en Chartes el infinito está implicado en un movimiento unitario vertical: una evolución espiritual celeste. Todo en la construcción, al interior y en el exterior, progresa hacia el cielo. Esto coincide con la representación de la Catedral de Chartes de la historia del mundo: desde el pasado del Viejo Testamento, el presente y la labor religiosa cotidiana, hasta el futuro (el Juicio Final). Vemos una progresión del alma hacia la salvación (y en un sentido esotérico etapas alquímicas de purificación y destilación hacia una transmutación espiritual). Podemos leer los muros y conectar los sucesos históricos y cósmicos con nuestra propia vida, activar un proceso universal de manera individual.
Córdoba, en cambio, parece representar un espacio eterno, y buscar suspender al usuario en una estado de contemplación atemporal, arrobado en presencia y en adoración de la divinidad. Chartres parece requerir de un acto ascendente, como quien eleva su energía vital. Córdoba de un silencio interno, de una apertura del corazón.
Chartes está dedicada a la divinidad femenina, a la Virgen María, pero antes quizás a la Diosa Madre (en un eco remanente de la antigüedad pagana). Las rosas en la ventanas de la Catedral de Chartes, labradas con perfecta geometría sagrada, son efigies simbólicas de la Madre de Dios en su aspecto cósmico. Curiosamente el destino de la Mezquita de Córdoba sería convertirse también en una Catedral (de Nuestra Señora de Códroba) devota a la divinidad femenina. Los motivos florales de Córdoba revuelven sobre una eterna forma, en la cual está cifrado el misterio de la unión de los opuestos.
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